¿Por qué vivo en Dhaka ? ¿Será que prefiero el
ácido sabor del
entremés en Noakhali o los dulces de Bogra? ¿O será la dicha de tener tantos
snack bar y cafeterías disponibles en las calles de Dhaka ?
¡Más bien es la sensación de vivir en comunidad y poderlo contar; de disfrutar
la inagotable alegría de la gente, dejando atrás el individualismo y
centrándome en establecer una mejor conexión con lo humano!
Es el ir y venir de las cosas aquí, la
amplia sabiduría de su gente y el hecho de que todo lo que hay que hacer es
disfrutar de la vida hasta cansarse; aunque siento que es mucho más simple
culpar a Rosmary y de hecho lo hago.
No obstante, escucho la voz de mi
conciencia, susurrando consejos tras la puerta.
Es 2005 y estoy por terminar la clase de
inglés para doctores, justo a las 9:00 de la noche. Las multitudes se han
retirado a esta hora de la avenida Arce; las Aymaran, con sus amplias faldas y
sombreros típicos ya están en casa, mientras los hombres regresan del trabajo y
hasta los pequeños limpiabotas –que enmascaran su identidad con balaclavas-
pues ser limpiabotas en La Paz, Bolivia, no es cosa para enorgullecerse, han
llegado ya a su lugar de reposo del cansancio del día.
Mi clase es la última del
día y, como siempre, el director del instituto me espera
en el pasillo. Al salir me pide que lo espere, mientras se esfuerza en cerrar
con cadena y candado la vieja casona, pintada de un blanco y marrón desteñidos,
con apenas tres árboles custodiando el sendero del patio. Al mismo tiempo que conecta la
alarma, me cuenta alguna anécdota con un ingenioso juego de palabras de doble
sentido. Mis estudiantes, profesionales durante el día, deambulan
entreteniéndose por el camino hacia la calle.
Carlos es el único médico en el grupo de los doctores, es un gran humorista que durante las clases, cambia sus oraciones de: “I went to the city yesterday” (Fui a la ciudad ayer) a “I went to the city last week” (Fui a la ciudad la semana pasada) por no estar seguro de cómo pronunciar “yesterday”. Por otro lado, Remy está pensativa, es la dentista de las colinas del este de la ciudad, que me trae manzanas o galletas, no
Y también Silvia, que vive en el sur y habla un inglés fluido y suave
Carlos se monta en su motocicleta, listo para irse, pero esperando por su esposa Rosmary, ella completa el grupo de estudiantes.
Es 2005 y por culpa del candado están todos entretenidos. Robert hace una mueca, enredado con la cadena y el candado, tratando de cerrarlo a toda costa; me pide que lo intente y lo hago mientras todos hablan. Cualquiera pensaría que estarían cansados -después de una hora y media recibiendo inglés- pero al final de la clase, el español emerge liberado de su prisión y con más energía, como un toro bravo que sale al ruedo.
Es 2005 y junto a la puerta, todos susurran sus planes e ideas. Nunca sé a ciencia cierta cuál es la última, pero he aprendido a dejarlos planear,
Estos planes susurrados nos hacen volar hasta un lejano fin de semana, en casa de Silvia, ubicada entre el valle de la Luna y el del Sol. Comemos y bailamos, mientras Carlos usa su pañuelo al mismo modo que los kurdos. Y de las conversaciones surgen preguntas, tales como : ¿Bolivia es un buen lugar para vivir? Ellos saben que he viajado por todo el mundo, así que esperan todos expectantes mi respuesta: ¡Claro que sí!
Es 2005 y Rosmary pregunta de nuevo ¿Pero dónde te gustaría vivir definitivamente? Le digo que no lo sé, pero insiste: ¿Dónde sientes que está tu corazón? ¿Cuál es ese lugar donde residirías tú feliz?
Es sorprendente
¡Entonces te establecerás allí! Afirmó categóricamente.
Una vez más, supongo que nada malo podrá venir jamás de improvisar, de planificar siguiendo los consejos de un susurro tras la puerta.
Traducción por: Alin Hidalgo Fonseca
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